jueves, 26 de agosto de 2010

Toque de queda

El olor a sexo todavía salía de su boca mientras dormía. Ella se paseó en puntas de pie sobre los límites del olvido anidando en pan de ángel las gotas de un sudor pentagramado . Se acurrucó en un sillón de cartón-piedra prestando atención al sonido de su corazón que vibraba al ritmo de una noria vieja y chirriante, al tiempo que en sus pupilas dilatadas desfilaban procesiones de autos balbuceando la despedida de las vacaciones, que marzo comienza a maquillarse y la luna se propone menguar para acunar los recuerdos.
Silencio estrepitoso en los botones de la ropa que decoraba el suelo de la habitación donde todavía él seguía durmiendo. Pero prefería no despertarlo para que ese vacío nocturno de un sin él con él no acabara tan pronto.
Mientras se duchaba, en la cortina del baño se dibujaban destellos de verdades a medias y mariposas heladas sobre el vientre.
Sintió un ruido y apuró el deslice del jabón sobre su piel.
En medio de la penumbra vio a ese hombre desnudo iluminado por la clara noche. Sirvió un vaso con agua y pronto desapareció.
En silencio caminó de nuevo a la cama, se recostó a su lado, besó su espalda y él no respondió, nunca respondió.
Entonces hizo recuento de domingos al abrigo de la soledad, de sillas vacías a la hora de la cena, de pliegues alizados al costado de su inmensa cama, de salidas del trabajo sin citas a la vista, de ecos respondiendo a sus monólogos y, es ahí, donde una vez más, prefirió callar y aceptar aquella absurda felicidad que él le inventaba.
Al abrir los ojos, como cada tarde, él ya no estaba.

2 comentarios:

Bandini dijo...

No está nada mal... sobretodo eso de "mariposas heladas sobre el vientre", que me parece una frase brillante.

( no sé si está bien que sea yo quien inaugure los comentarios de tu blog, pero los dos sabíamos que tarde o temprano iba a dejarme caer...)

claro que ... dijo...

te quiero...